La nueva versión de la distribución de Canonical es probablemente la menos «evolucionaria» y «revolucionaria» de las últimas iteraciones de Ubuntu, y lo es por un motivo claro: Mark Shuttleworth ha centrado toda su atención en aplicar pequeños cambios a la interfaz de usuario, que gana terreno en la usabilidad pero que pierde fuelle a la hora enriquecer las prestaciones de Ubuntu.
Hace tiempo que oímos al fundador de Canonical y responsable de la creación de la distribución Ubuntu hablar de su intención de convertir a Ubuntu en el «Mac OS X» de las distribuciones Linux, y desde luego está poniendo todo su empeño en ello.
Tanto que en muchos apartados parece como si estuviéramos lidiando con el sistema operativo de los de Cupertino, algo que por un lado es interesante -después de todo, Mac OS X es un referente en su interfaz de usuario desde que se lanzó en 2001- y que por otro puede ser peligroso: muchos usuarios quieren tener una experiencia propia, y puede que ese «copieteo» del mundo Apple resulte comprometedor.
Y en Ubuntu 10.10 llegan muchas pequeñas mejoras que precisamente están destinadas a pulir la interfaz de usuario de la distribución, en un esfuerzo respetable pero que no tiene porqué ser bien recibido por los ubunteros y por el resto de usuarios de Linux. A continuación comprobaremos las principales áreas en las que esta distribución se diferencia de su predecesora, y cuáles son sus principales puntos fuertes… y por supuesto, sus debilidades.