Hay varias maneras, a la vista, de instalar Dropbox en Linux: algunas distribuciones -las más permisivas con el software privativo- lo incluyen en sus repositorios; a su vez, en su página web encontraremos ejecutables para Ubuntu, Fedora… y para de contar (también hay «un» código fuente para compilar). Ninguna de esas vías es la adecuada. A continuación veremos el porqué, así como la mejor forma de hacerlo.
Si nuestar distribución incluye Dropbox en los repositorios, es una forma muy cómoda de hacerse con él, pero prácticamente en todos los casos tendremos una versión desactualizada. Si nos vamos a la web del producto, las descargas ofrecidas a simple vista son… penosas, y casi todas hacen referencia a una «extensión» de Nautilus, como si no existiesen otros escritorios aparte de GNOME.
La mejor opción es descargar los siguientes paquetes, según arquitectura:
Una vez descargada la versión que toque la situamos en nuestro directorio personal y la descomprimimos para encontrarnos con… ¿nada? Bien, echando un vistazo a los archivos ocultos encontraremos una nueva carpeta llamada .dropbox-dist (el punto delata su condición de oculta) y dentro de ella un ejecutable llamado dropbox. Un par de clics serán suficientes para instalarlo.
Ahora podemos crear lanzadores en el menú de aplicaciones añadiendo la ruta a ese mismo ejecutable y en el caso de que queramos que se inicie con la sesión añadirlo donde toque. No pongo ejemplos de ésto porque cada escritorio tiene sus formas y son demasiadas, pero no creo que haya mayores problemas.
¿Por qué esta es la mejor forma de instalar Dropbox en Linux? Por lo dicho: es independiente de cualquier distribución y escritorio, siempre tendremos la última versión y se puede elegir si el servicio se inicia con la sesión o no y ejecutarlo manualmente (algo que se aprecia si solo lo usamos de vez en cuando).