Un tema de constante debate no es nada más ni nada menos que la interfaz sobre la cual funciona un sistema operativo. En nuestro caso, es la eterna rivalidad KDE y GNOME y las nuevas características que éstas implementan. Ambas se destacan por ofrecer un escritorio completo con aplicaciones y demás utilidades. Sin embargo existe el otro extremo que buscan proveer un escritorio completamente mínimo. Incluso tan mínimo que es apenas un gestor de ventanas y, además, algunos intentan ser lo más justo y necesario posible. Es el caso de dwm, un nombre pesado dentro de los gestores de ventana dinámico y del cual voy a aprovechar el reciente lanzamiento para presentarlo a quienes no lo conozcan.
Básicamente, durante el primer uso, uno se encuentra algo perdido. A diferencia de otros gestores de ventanas, no incluye ni siquiera un menú donde ejecutar aplicaciones, sino que únicamente hay una barra superior con el título de la ventana, los escritorios virtuales y la versión de dwm. Por lo tanto, lleva todo un proceso de aprendizaje algo más prolongado que un escritorio convencional. Sin embargo, el resultado final es un gran aumento de productividad debido a no depender del puntero en lo que respecta a la navegación entre ventanas y ejecutar programas.
Para quienes aún no han experimentado con un sistema distinto al de ventanas flotantes, puede parecer algo incómodo. Como lo dice su nombre, dynamic window manager, o gestor de ventanas dinámico, ubica las ventanas según patrones predefinidos: tiled (en mosaico), monocle (pantalla completa) y float (ventanas flotantes). Estos patrones son independientes del escritorio virtual, por lo tanto, se puede en uno tener todas terminales abiertas en mosaico, en otro, GIMP funcionando con ventanas flotantes y así siguiendo.
En lo que respecta a la configuración, muchos gestores de ventanas hacen uso de los archivos de texto dentro de la carpeta personal del usuario. En este caso, es distinto. El concepto detrás de dwm es el minimalismo a tal punto de restringir el código a aproximadamente 2000 líneas en C. De esta manera, no hay lugar para decirle al programa que lea un archivo de texto. Por lo tanto, existe un segundo archivo fuente llamado config.h el cual hay que modificar, lo que para nada involucra al usuario con programar. En este archivo están definidas las constantes que el código requiere como por ejemplo los atajos del teclado, la fuente, colores, etc., aunque en forma de código C. Finalmente, usarlo requiere un make y make install, agregar en la pantalla de bienvenida dwm a la lista (a menos que se quiera iniciar con startx) y escribir/conseguir un script de arranque para iniciar cosas automáticamente y seleccionar la distribución de teclado.
Por supuesto, al principio, puede ser todo un trabajo configurarlo a gusto pero por suerte la comunidad de Arch Linux facilita mucho esa tarea con buena documentación y discusiones en los foros sobre cómo agregar funcionalidades (sea barra de informaciones con dzen2, mostrar fecha y hora) aunque también hay otros sitios donde comparten archivos de configuraciones. Para instarlo no puedo decir «con un simple apt-get install basta» sino que recomiendo conseguir el código y compilar que no demorará más de unos segundos.
Para cerrar, dwm me parece una propuesta muy interesante para conocer otras formas de ver la interfaz gráfica y para aprender un poco más haciendo muchas cosas a mano. También puede servir como divertimento durante el tiempo libre, aunque algunas personas lo vean como una forma «poco sana» o extraña de divertirse.