GNOME 3 ha sido tema de conversación en el último año debido a los cambios que se incorporaron en esta nueva versión. Las distribuciones debían decidir si ya incorporar al nuevo entorno, no del todo maduro, o seguir con su versión anterior.
Con el paso del tiempo GNOME 3 comenzaba a evolucionar, y GNOME 2 a desaparecer, pero eso también fue el detonante de otra situación. Comenzaron a aparecer distintas alternativas para evitar este cambio, tanto forks de GNOME 2 como reimplementaciones de GNOME 3 a medida de la distribución.
Ubuntu decidió apostar por Unity, mientras uqe a Linux Mint le ha llevado un tiempo adaptarse a los cambios. En un principio la idea era mantener GNOME 2, para luego hacer parecer GNOME 3 a su versión anterior. Sin embargo, para lo último, las cosas no encajaban como deberían. Eso hizo que apareciese una solución a este problema. ¿Cuál?
Cinnamon -canela en inglés-, es un fork de GNOME Shell, por lo tanto, mantiene la base de GNOME 3 y sus librerías aunque ofrece una interfaz distinta. La idea es volver a la simplicidad del viejo GNOME aunque, por defecto, usando el archifamoso estilo Windows (barra de tareas compuesta por menú inicio, lanzadores, botón para mostrar escritorio, tareas, bandeja del sistema y fecha y hora). Sin embargo, es posible elegir entre tres vistas distintas.
Además, como todos los escritorios modernos, cuenta con efectos para las ventanas que agrega cierto dinamismo al usarlo. Hay que destacar que no solo lucen bien sino que también parecen ser livianos: usando drivers libres para una Geforce 8400GS funciona sin trabarse en absoluto. También hace uso de los atajos que ya, se podría decir, son estándares de los escritorios modernos. Estoy hablando de redimensión en contacto con los bordes (solo laterales y superior) y el Exposé de Mac.
Efecto estilo Exposé, infaltable
Respecto a las configuraciones debería decir que son su punto débil. Son escasas las opciones para personalizar el entorno. No es posible agregar paneles a nuestro antojo. Otra desventaja es no poder aplicar muchos cambios durante la ejecución de Cinammon, es decir, requiere reiniciar la interfaz (lo cual no toma más que unos segundos).
Por otro lado, también hay que hablar de ventajas. Es posible cambiar el comportamiento de las ventanas; elegir la ubicación de cada botón, pudiendo usar unos a la izquierda y otros a la derecha; cómo enfocar las ventanas y algunos detalles más. Se pueden administrar los applets del panel e incluso agregar más (o crear). Finalmente, quizás, a futuro, lo más interesante, es la capacidad de utilizar extensiones que, por ahora solo están en el repositorio de Ubuntu. El resto de las distribuciones, es decir, aquéllas que desciendan de Debian, Fedora o del resto de las anteriores nombradas deberán compilar el código fuente.
Conclusión
Cinnamon me dio una muy buena primera impresión. El equipo de Mint sabe muy bien que para mantenerse entre los sistemas operativos más usados deben, ni más ni menos, gustarle a la gente. Aquí no hay un escritorio extravagante ni capaz de personalizar cada objeto píxel por píxel, hay un escritorio sencillo, muy usable y, por sobre todas las cosas, que funciona.
También hay que tener en cuenta que está en crecimiento, aún no maduró del todo. Como mencioné antes, le faltan opciones para configurar y poder hacerlo más personal pero preferible así y no haber sido lanzado con muchas características pero con un desempeño mediocre. Básicamente puedo resumir lo que pienso sobre Cinnamon diciendo que así debería haber lucido GNOME Shell y ahora sí aprovechar GNOME 3.