Se ha liado. Si trascenderá o no o si derivará en algo relevante es pronto para saberlo, pero muy poco probable. No obstante, el carácter del jefazo Torvalds se ha cobrado el abandono de desarrolladores destacados del kernel esta misma semana.
Primero fue Sarah Sharp. El lunes anunció que cerraba una puerta, debido al «ambiente tóxico» que existe en las relaciones de la comunidad de desarrolladores del kernel. Y ayer hizo lo propio Matthew Garrett, dejando claro que seguía su camino, pero continuando con su trabajo con Linux por su cuenta.
Sarah Sharp, es posible que el nombre os suene, ostenta un cargo en la Linux Foundation que está por expirar y al que no se volverá a presentar, y era la encargada del controlador de USB 3.0. Linux, de hecho, fue el primero en dar soporte al nuevo estándar. Hace un par de años se enfrentó a Linus Torvalds precisamente por el motivo por el que ahora abandona el barco; a lo que el jefazo respondió «mi cultura es maldecir«.
A Matthew Garrett, exdesarrollador de Red Hat, lo hemos conocido por denunciar tablets Android que violan la GPL, publicar parches para mejorar la autonomía de portátiles, liarse la manta a la cabeza con el soporte del arranque seguro de Microsoft –también hubo follón con Torvalds– o denunciar la política de licencias de Canonical para con el software que distribuye, entre otras cosas.
Cada uno con sus razones, que se traducen en ese ambiente tóxico mencionado que el mismo Torvalds practica y del que da ejemplo, dicen adiós. Garret comenta, por ejemplo, las negativas a tratar determiandos cambios en el kernel sin ofrecer argumentos para el no, y ni corto ni perezoso, ya tiene un fork de Linux en GitHub sobre el que aplicará modificaciones relacionadas con la seguridad al estilo BSD que Torvalds siempre ha rechazado.
Parece que, después de todo, el código de conducta para ayudar a resolver conflictos entre desarrolladores no ha servido de nada. O no lo ha hecho, según declara Sharp, porque carece de contenido.