Si las previsiones se cumplen y nada parece indicar lo contrario, Unity ha dicho adiós para no volver. Las previsiones son que GNOME retoma el trono en Ubuntu y Unity queda descontinuado. No obstante, el escritorio se mantendrá disponible en los repositorios de la distribución durante al menos un par de versiones más, por si acaso alguien quiere instalarlo, y ya hay forks en marcha de los que no se sabe qué esperar.
O la comunidad triunfa donde Canonical ha fracasado, o podemos decirle adiós a Unity. De hecho, la cuestión es doblemente complicada porque Unity son dos: el Unity 7 que todos conocemos, estable y funcional, pero desfasado tecnológicamente y difícil de mantener; y Unity 8, creado en base a tecnologías más modernas y potentes, pero todavía a medio hacer (por si a alguien le ha quedado la duda, Unity 7 es el que seguirá disponible en los repositorios).
Si volveremos a ver a Unity en la primera línea del escritorio Linux es imposible de asegurar, pero con las alternativas existentes no parece necesario. Claro que tampoco lo parecía con GNOME 2 y ahí está MATE. Pase lo que pase hoy le dedicamos este artículo de despedida al que ha sido el escritorio de Ubuntu los últimos seis años, o lo que es lo mismo, las últimas trece versiones. Se lo merece por varios motivos.
Unity empezó su camino de aquella manera, reemplazando a un probado GNOME 2 con una interfaz tosca y escasa en opciones, pero a día de hoy es un escritorio muy diferente. Sin cambiar el concepto de los paneles lateral y superior, a lo largo del tiempo Unity ha implementado algunas de las mejores características que haya disfrutado el escritorio Linux, para las que o no hay sustituto o este no está a la altura.
Panel superior
Lo mejor de Unity a nivel de diseño útil es el panel o barra superior. Los desarrolladores hicieron un trabajo que supera incluso al original, el de macOS, y que a diferencia de lo que sucede en GNOME Shell o Pantheon, sí tiene sentido.
Por supuesto, cuando uno acude a las guías de diseño de Unity, GNOME Shell o Pantheon, encuentra las explicaciones para la implementación de tal o cual en la forma en la que se ha realizado, y a veces los argumentos son compartidos. Cuando no lo son, ¿quién tiene la razón? Lo cierto es que no es necesario ser un experto para darse cuenta de algo que es obvio: si todo cabe en un solo panel, ¿para qué poner más?
El escritorio de Windows es un gran ejemplo de que todo cabe en un panel y no supone un perjuicio práctico. Así lo entienden también los desarrolladores de KDE, Cinnamon, Xfce, etc. ¿Entonces? Eludiendo entrar en consideraciones profundas porque esto no tendría fin, la principal «excusa» de las interfaces que han ido surgiendo en los últimos años es la de ahorrar espacio en pantalla y mejorar la ergonomía. Pero solo Unity lo ha conseguido plenamente.
Veamos, en lugar de los errores que hayan podido cometer en otros escritorios, que para eso siempre hay tiempo, los aciertos que hacen de Unity el que mejor ha implementado este paradigma. Se resume en una frase: exquisita integración de la ventana.
Al igual que macOS, Unity integra el menú de la aplicación (menú global) en el panel superior; pero mejora la experiencia sustancialmente: con la ventana maximizada integra también los botones de la ventana (maximizar, minimizar y cerrar), quitando de la vista el borde de la ventana y ganando espacio. Y cuando la ventana no está maximizada, permite que se muestre el menú en el borde. Una genialidad de la que ningún otro escritorio puede jactarse.
HUD
Otra característica que Unity implementó mejor que cualquier otro escritorio es el HUD, un buscador rápido de las opciones de la aplicación que esté en primer plano y que en ciertos escenarios es realmente útil. Funciona con pulsar la tecla Alt y escribir el término. Tan sencillo como eso.
El HUD es especialmente interesante cuando se usan aplicaciones como GIMP o LibreOffice, con grandes menús llenos de opciones tanto si se conocen las opciones como si no, porque si se conocen agiliza la acción y si no puede ayudar a dar con ellas. En todo caso, evita el recorrer constantemente los menús.
Aunque existieron y existen alternativas en forma de aplicación, ninguna está a la altura del HUD de Unity. Además, que la función disponible por defecto es un plus.
Lanzador y tablero
Para el final quedan los dos elementos más característicos de Unity, y es que el lanzador y el tablero -el launcher y el dash si se prefiere- están bien, con matices y sin llegar a destacar en relación a lo que ofrecen otros escritorios.
El tablero es muy completo y las opciones de búsqueda amplían su potencial considerablemente, pero al mismo tiempo lo complican un poco más de la cuenta, la configuración no ayuda y la navegación puede resultar tediosa. Los usuarios avanzados serán quienes más partido le saquen, ya que las posibilidades de extensión en lo que a fuentes de búsqueda se refiere es interesante, mientras que para buscar y lanzar archivos y aplicaciones, que es para lo que la mayoría de la gente usará el menú, quizás es excesivo.
Por otro lado, el lanzador es simple cual botijo y funciona como cabría esperar, a pesar de que ha costado mucho que recibiera ciertas opciones básicas. Ya en sus últimas versiones se ha permitido, solo mediante Unity Tweak Tool, moverlo abajo o minimizar las ventanas con un clic en el mismo icono de la aplicación. Con todo, hay dos detalles muy agradecidos que lo distinguen: cambiar de color automáticamente según el wallpaper y soporte de notificaciones y progreso de tareas.
Hasta aquí lo mejor de Unity, que no lo mejor de Ubuntu. La distribución de Canonical ha aportado otras mejoras importantes al escritorio Linux y esperamos que siga haciéndolo. De Unity, sin embargo, hay que comenzar a despedirse, aunque como se señalaba al principio todavía hay margen para que los más rezagados encuentren una alternativa que les complazca. Afortunadamente, haberlas haylas, pero entrañan cambios.