Nunca hemos dejado de hablar de escritorios y seguramente nunca lo hagamos, porque son parte intrínseca de GNU/Linux y a diferencia de otros sistemas operativos, aquí la variedad está garantizada por los restos. Pero con lo de Ubuntu se ha intensificado todo y en las últimas semanas nos están llegando más comentarios de la cuenta sobre cómo instalar tal escritorio encima del que ya hay y cosas por el estilo.
No lo hagas.
Como es evidente, esta entrada va dirigida a esos usuarios que preguntan, por lo general usuarios noveles con poca experiencia. Porque no hace falta preguntar algo así: para instalar casi cualquiera de los escritorios disponibles en GNU/Linux solo hay que entrar en el gestor de paquetes, buscarlo e instalarlo; lo más normal es que las principales distribuciones los ofrezcan todos.
Pero es una mala idea instalar un escritorio encima de otro y lo único que vas a conseguir es tener una mala experiencia en ambos. Instalar un escritorio encima de otro significa tener aplicaciones duplicadas en los menús, quizás conflictos con componentes (por ejemplo, al instalar diferentes escritorios basados en GTK) o aplicaciones predeterminadas. Y aunque cambia de un entorno a otro, casi siempre obtendrás un peor rendimiento, ya que cada escritorio carga ciertos componentes al arranque de la sesión, lo estés utilizando o no.
Así, no merece la pena hacerlo, a no ser que sepas lo que estás haciendo.
Entonces, ¿cuál es la mejor manera de probar diferentes escritorios de verdad, en disco y con todos los recursos del equipo a su disposición? Particionar en consecuencia, por supuesto. Aunque al principio pueda parecer un lío, a la larga compensa y mucho.