El 14 de marzo se lanzará GNOME 3.28, una nueva versión del entorno del escritorio que como es de esperar traerá diversas novedades, aunque al menos una de ellas no va a gustar a todo el mundo: adiós a los iconos del escritorio. Y precisamente por ello, en Ubuntu han decidido que la próxima LTS, prevista para el 26 de abril, llegará con GNOME 3.28, pero con Nautilus 3.26.
El movimiento de Canonical recuerda un poco a lo ya visto con Unity, cuando por conservar la compatibilidad mantenían versiones previas de las aplicaciones y la perjudicada solía ser Ubuntu GNOME. Pero con la última versión antes del gran cambio que trajo a GNOME de vuelta, es algo que se corrigió y no parecía que fuera a repetirse. Sin embargo, después de sopesar la situación los desarrolladores de Ubuntu han optado por hacerlo.
Según cuentan en OMG! Ubuntu! las posibilidades planteadas fueron tres: mantener Nautilus 3.26, dejar Nautilus 3.28 y añadir Nemo (el gestor de archivos de Linux Mint) para conservar el soporte de los iconos en el escritorio, y dejar Nautilus 3.28 y añadir una extensión que aporte la funcionalidad. Como incluir un segundo administrador de archivos suena directamente mal y con el argumento de «… nos quedamos con lo que sabemos que funciona» en contra de tirar de extensiones, la primera opción ha sido la elegida.
¿Es la decisión correcta? De nuevo habrá opiniones para todos los gustos, pero tratándose de una característica tan delicada y del lanzamiento de una LTS, desde luego parece la más precavida. La cuestión de funcionalidad en cualquier caso se enfoca primordialmente en el tema que nos ocupa, el de poder poner los iconos en el escritorio o no.
Lo que habrá que ver es qué hacen tras el lanzamiento de Ubuntu 18.04 y también cómo se lo montan las otras dos grandes distribuciones corporativas, RHEL y SUSE, ambas con GNOME como entorno de escritorio único. Este tipo de decisiones de diseño tan intransigentes no sientan bien en el ámbito empresarial y si hoy existe el modo clásico de GNOME es porque Red Hat manda.
En una reflexión personal, me y os pregunto, ¿tanto costaba dejar la opción para quien quisiese usarla, en lugar de forzar una vez más al usuario a acatar su visión? Porque quizás por eso, siendo GNOME el entorno de escritorio cuasi oficial de Linux y contando con el apoyo de las principales distribuciones, se vea rebasado por otras alternativas cuando es el usuario el que toma la palabra. La inercia no siempre es suficiente.