Hace ya muchos años, Linux Mint era un proyecto mediocre. Era la viva imagen de la caricatura que pintan algunos al referirse a la saturación de distribuciones Linux que hay, dando a entender que quitando cuatro el resto son un refrito del sistema en el que se basan, sin aportar más que un tema visual propio y un par de paquetes privativos preinstalados. Así era Linux Mint una década atrás, lo cual no supone que fuese una mala alternativa. Simplemente no aportaba nada que no se pudiese conseguir en Ubuntu en diez minutos.
Pero quizás así tenía que ser. No todos los proyectos nacen apuntando en la dirección correcta, o con todos los medios a su disposición como para poder marcar la diferencia. Linux Mint, parece, pecaba de esto último, porque la dirección siempre estuvo clara, aunque con el tiempo la hayan matizado. Lo que sí os puedo asegurar es, que sin ser hasta el momento la distro de cabecera de ninguno de los editores que ha pasado por MuyLinux, no es casualidad que la hayamos coronado con el título de mejor distribución por tercer año consecutivo (para los susceptibles: mejor significa «más recomendable para todos los públicos»; por supuesto, a nuestro juicio y hablando en exclusiva del escritorio).
¿Cuándo enderezó el rumbo? Cuando le tocó reaccionar ante la adversidad: el fin de GNOME 2 y la aparición de Unity y GNOME 3. Entonces comenzó un largo camino que aún no ha concluido, pero que ya ha dejado sus frutos. Sus grandes hitos, el desarrollo de Cinnamon, una apuesta por MATE que no sonaba bien en aquellos tiempos, la separación de GNOME -que no de GTK, y continúan usando bastante de GNOME- y un cambio en el ciclo de lanzamientos para ceñirse al soporte de las versiones LTS de Ubuntu, lo que ha dado al proyecto el margen de maniobra que necesitaba para mejorar su oferta. ¿Qué es lo siguiente? Lo estamos viendo y lo seguiremos viendo.
Mientras preparan el lanzamiento de Linux Mint 19, su tercera versión mayor desde que se plegaron a la idiosincrasia del soporte a largo plazo (también están con la tercera versión de Linux Mint Debian Edition), los planes pasan por «mejorar nuestra infraestructura, nuestra documentación y la forma en que trabajamos«, comentan en el último boletín mensual. Explican cómo están implementando nuevos métodos y herramientas para facilitar y acelerar las labores de testeo y la caza de errores con el objetivo de mejorar la calidad de sus próximos lanzamientos, todo en torno a tres equipos definidos: once personas trabajan en Cinnamon, cuatro en las Xapps y seis en el desarrollo de la distribución.
En Linux Mint están enfocados en su próxima versión, pero como proyecto están a otra cosa que no incluye presentar nuevas e increíbles características o reinventar la rueda, sino en cimentar su base para el futuro, y eso es un signo de madurez importante. Siempre ha sido una distro de fiar, en el sentido de cumplir los plazos y demás; pero podían haberse conformado con dejarse llevar por la inercia, una vez alcanzada la posición privilegiada en la que se encuentran, y es gratificante observar que no es el caso.
Por cierto, cada vez más gente lo ve así y como muestra las donaciones que reciben, con las que batieron récords en diciembre: más de 20.000 dólares… aunque un solo tipo puso 4.000. Casi nada.