Ha pasado ya una semana desde que salió Ubuntu 24.04 LTS y, aunque tenía pensado renovar los tutoriales en torno al sistema operativo de Canonical con motivo de un lanzamiento tan importante como es el de una nueva versión LTS, voy a darle un breve margen a ese tema para desquitarme un poco con lo que, considero, es una chapuza que ya no hay por dónde coger; una vergüenza impropia del «Linux para seres humanos» que la distribución arrastra desde hace años y que no solo no tiene visos de solución, sino todo lo contrario.
No está resultando ‘Noble Bumbat’ el lanzamiento esperado. En más de un sentido. Habida cuenta de la trayectoria reciente de la distribución y con la mencionada excepción de la gestión de software, esta nueva LTS ha salido sin pulir todo lo que hubiera sido deseable. Lo noté desde que instalé la beta, algo que suelo hacer con cada versión de Ubuntu y que, en este caso, ya me dio la sensación de que todo iba más duro de lo habitual. Y no, no tuvo nada que ver el retraso puntual que sufrió la previa de este lanzamiento.
Aunque tal vez sí influyó algo, puesto que la sensación a la que hago alusión es la de estar en un estadio más temprano que el propio de la beta, un mero trámite en el caso de Ubuntu que se da unas tres semanas antes de que aparezca sí o sí la versión final. En esta ocasión, sin embargo, los fallos puntuales se daban con mayor frecuencia y no fue hasta el mismo día del lanzamiento que una actualización in extremis resolvió alguno de ellos. Por ejemplo, con las traducciones del sistema, con la conexión wifi o con los permisos de AppArmor.
Ahora bien, una vez Ubuntu 24.04 LTS vio la luz, he seguido experimentando errores del todo inusuales en la distribución, algunos relacionados con la conexión, otros con aplicaciones determinadas (¿a alguien más le va tan mal como a mí el GIMP de los repositorios?, que me explota cada vez que lo abro) -que no predeterminadas- y varios derivan del, no sé por qué, pobre soporte de Wayland, relegado a opción secundaria en configuraciones híbridas (Intel/Nvidia) como la mía (el problema es que usar X.Org no lo arregla, o no como para que compense el cambio), más problemas con las miniaturas…
Por cierto, no soy el único que se queja de estas cosas: los foros habitual es donde se reúnen los usuarios de Ubuntu a pedir ayuda están más «animados» de lo normal con todo tipo de cuestiones. De hecho, hasta se está alertando de no actualizar desde versiones anteriores, bajo riesgo de dejar inservible el sistema. Esta noticia en concreto la recogen en OMG! Ubuntu! y, como explican allí, los parches de urgencia están en camino. Mientras tanto, claro, la recomendación es no actualizar (instalando de cero no parecen surgir esos problemas).
Pero nada de lo mencionado, a pesar de no gustarme, me preocupa especialmente: es normal que las nuevas versiones de los sistemas operativos traigan errores más o menos relevantes -y si no que se lo pregunten a Microsoft- que se irán solucionando a base de actualizaciones; el proceso de actualización hacia una nueva versión LTS de Ubuntu no se activa ni se alienta hasta el lanzamiento de su primera actualización de mantenimiento -como se está viendo, es por un buen motivo-, hay mil y una circunstancias diferentes…
Por lo que no paso es, una vez más, por el tema de la gestión de software.
Ubuntu 24.04 LTS y la vergüenza
Es el tercer artículo de opinión que le dedico a este asunto en los últimos cuatro años. O sea, uno por cada LTS de Ubuntu que ha salido en este tiempo y solo porque -no recuerdo el porqué- me salté la crítica con Ubuntu 18.04 LTS, pero la historia viene de antes: ya lo señalé con Ubuntu 16.04 LTS, hace casi una década, y las cosas no han mejorado. Una vergüenza que se arrastra tanto, es mucha vergüenza.
Un apunte para los muy cafeteros: no hablo de Snap. Si bien algunos de los problemas en esta materia han sido a causa del formato -y sistema de distribución- de paquetes que Canonical lleva intentando hacernos tragar cada vez con menos cariño, no es ese el motivo de lo mal que lo está haciendo Ubuntu en este terreno. O no es el único. De hecho, estoy usando más paquetes Snap que nunca antes y la experiencia está siendo bastante positiva: la velocidad de arranque ha mejorado, la integración del escritorio ha mejorado… El invento sigue teniendo sus peros, pero…
Hay un un gran pero, sí, como comentaré un poco más adelante. Antes, recalco que lo que falla es el tinglado en su conjunto y como lleva haciéndolo tanto tiempo, me enervo. Con el lanzamiento de Ubuntu 20.04 LTS lo dije: Ubuntu Software era la gran chapuza de esta versión; y con Ubuntu 22.04 LTS lo repetí… porque Ubuntu Software seguía siendo un desastre, un quiero y no puedo que lastraba la experiencia de usuario. Con Ubuntu 24.04 LTS ha vuelto a suceder.
Ojo con la cutrez que se ha marcado Ubuntu: instalas Ubuntu 24.04 y, como es habitual, nada más iniciar sesión procedes a comprobar si hay actualizaciones disponibles. ¿Cómo? En principio, con lo que hay a la vista: el nuevo Centro de aplicaciones, que está anclado en el dock. Dependiendo de cómo y cuándo se realice la instalación del sistema, habrá más o menos actualizaciones pendientes, pero hay una que te vas a comer sí o sí: la de la propia tiende de aplicaciones. Primera piedra en el camino.
Resulta que la tienda tiene que actualizarse a sí misma, pero como está en ejecución no puede. ¿Solución? Ninguna. O sea, la que te busques por tu cuenta, esto es, actualizar por consola. Pero ¿cómo sabe esto un usuario que no controle mucho de Ubuntu? ¿Es llegar y ponerse a buscar por Internet cómo hacer algo tan supuestamente básico? Si esto no es una cutrez de primera categoría…
Pero hay más, y es que el Centro de aplicaciones permite instalar aplicaciones de los repositorios corrientes de Ubuntu, así como de la Snap Store, pero solo actualiza los paquetes Snap. Así, de manera activa o pasiva, vas a tener que pasar por la Actualización de software, ya sea porque te salte en algún momento puntual o porque la ejecutes motu propio para actualizar el equipo. Y no son actualizaciones menores: toda la base del sistema (kernel, stack gráfico, controladores, escritorio y aplicaciones, etc) recae todavía en el formato Deb.
En resumen, para actualizar Ubuntu sigues teniendo que utilizar dos aplicaciones diferentes: el Centro de aplicaciones (¿con actualización automática en segundo plano cuando le da? Sí y está fatal este comportamiento, pero corramos un tupido velo porque de lo contrario esto es un no parar) y la Actualización de software. Sin embargo, hay más piedras en el camino y tampoco son cuestión.
Porque es muy probable que haya usuarios que necesiten instalar aplicaciones que no se encuentran en los repositorios de Ubuntu o la Snap Store y aunque hay otras vías, cada vez más comunes para acceder a software de terceros, sigue siendo igualmente común acudir al sitio web del desarrollador y descargar un Deb o un RPM. ¿Y qué pasa cuando haces lo propio e intentas instalar un paquete Deb en Ubuntu 24.04 LTS? Que no puedes. Tan sencillo y tan cutre como eso.
Puedes intentar abrir el paquete con el Centro de aplicaciones, pero ahí se queda, en el intento. Por supuesto, si eres un usuario bregado en estos temas, tardarás poco en salir del atolladero, ya sea con la terminal, instalando GDebi u otra interfaz amigable. ¿Pero y si no lo eres? Desde luego, funcionando así, no parece que uno esté usando el Linux más accesible del mercado. Ni mucho menos. Y todo esto es una gran pena, que tras tanto tiempo sin mejorar, ha mudado en gran vergüenza.
Lo peor de todo es que no hace falta salir del ecosistema de Ubuntu para darse cuenta de que, precisamente la edición principal, la que tendría que ser el espejo en el que el resto se mirasen, es la que peor lo hace. Basta con instalar Kubuntu para comprobarlo, porque con Discover lo tienes todo: instalación y actualización de paquetes Deb de (los repositorios y de fuera), Snap y Flatpak si quieres, desde una misma interfaz. Algo que, quitando lo estúpido de la postura de Ubuntu con Flatpak, podría funcionar igual en Ubuntu, pero…
Triste pero cierto, Ubuntu 24.04 LTS es otro infame lanzamiento en materia de gestión de software, razón por la cual no se trata ya de una distribución que pueda recomendar a nuevos usuarios. Que todo recién llegado se vaya mejor a Linux Mint o a Kubuntu, que ahí hacen las cosas como corresponde. ¿Y a los de siempre? Esos no necesitan que les recomienda nada. En todo caso les diría que la mejor forma de tener actualizado el sistema es tirar de consola y para el descubrimiento, la Snap Store vía web y Synaptic para los paquetes de los repositorios.
Dicho lo cual, los tutoriales sobre Ubuntu se basarán en Ubuntu, obviamente, dado que es la edición principal y la única que goza del soporte completo, y que más allá de este asunto y de alguna otra aspereza que necesita limar, va todo bastante bien. Pero no podía pasar por alto semejante despropósito, indigno de una distribución con su trayectoria y que se supone que es la puerta de entrada al escritorio Linux para una mayoría de usuarios.