¡Ay, Winamp! ¡Qué tiempos aquellos en los que eras la referencia! Ha llovido mucho desde entonces y no siempre para bien, pero es lo que hay: a día de hoy lo que se lleva es el streaming y, aunque sigue habiendo un hueco para los reproductores de música en local, las viejas glorias como Winamp han quedado atrás, relegadas a un papel muy secundario.
Es probable que por esto motivo, los responsables del reproductor anunciasen hace unos meses que Winamp abriría su código, permitiendo así la colaboración de la comunidad en su desarrollo con el objetivo explícito de «ayudar a que este software icónico evolucione«. Lo que no quedó muy claro es cómo lo harían y, a decir verdad, no sonó precisamente bien el planteamiento que ofrecieron.
Así pues, mientras que por un lado anunciaban a bombo y platillo que «Winamp abrirá su código fuente para permitir el desarrollo colaborativo de su legendario reproductor para Windows», por el otro, en lo que podríamos denominar como letra pequeña, sostenían que «Winamp seguirá siendo el propietario del software y decidirá las innovaciones realizadas en la versión oficial». El código abierto no funciona así.
Ahora sí, ya está todo claro: era lo que parecía y lo que parecía era lo que es, un movimiento con más de acción publicitaria que otra cosa para aprovecharse en lo posible de la comunidad dispuesta a colaborar a cambio de nada. Y esto no tiene nada que ver con mantener un proyecto de código abierto por amor al arte. Es bastante peor.