Era algo que tenía que pasar más pronto que tarde, y ya está decidido: Ubuntu 19.10 será la primera versión de la distro que no cuente con soporte para 32-bit, o al menos la primera en la que los mantenedores comenzarán a eliminarlo.
Para evitar confusiones, lo intentamos explicar lo mejor que podamos: los 32-bit están en las últimas. Cada vez son más las distribuciones Linux y aplicaciones que abandonan la vieja arquitectura y es normal, porque supone un lastre en muchos aspectos y estamos en 2019.
Hablando de Ubuntu, la distribución de Canonical dejó de ofrecer instaladores para 32-bit a partir de Ubuntu 18.10, es decir, Ubuntu 18.04 LTS y sus cinco años de soporte son lo más lejos que van a llegar los 32-bit en Ubuntu. Lo mismo para Ubuntu Server y el resto de sabores oficiales, Kubuntu, Ubuntu MATE y Budgie, Xubuntu y Lubuntu.
De hecho, para instalar la edición principal de Ubuntu 18.04 LTS para 32-bit, es necesario hacerlo con la imagen Netboot, u optar por uno de los sabores que todavía mantenían instaladores. En cualquier caso, más allá del ciclo de vida de Ubuntu 18.04 no va a haber nada a lo que agarrarse. Tampoco a Linux Mint.
Por lo tanto, la noticia que traemos ahora no se refiere a los instaladores de la distribución, sino al soporte de la arquitectura que se mantiene en los repositorios de la misma, y que muchos usuarios suelen utilizar para instalar aplicaciones de 32-bit que aún no han dado el salto. Como ejemplo, ahí está Steam, cuya versión de 64-bit sigue en desarrollo.
¿Qué sucederá a partir de Ubuntu 20.04 LTS? Según comentan en las listas de correo, las posibilidades pasarán por que quien necesite utilizar aplicaciones de 32-bit se las apañe reuniendo las bibliotecas y paquetes necesarios, o que los desarrolladores utilicen Snap y similares para distribuir sus aplicaciones con todo lo que necesiten en un mismo paquete.
¿Qué esperanza le queda a los usuarios de 32-bit en Linux? La más destacable es mamá Debian, que dentro de un par de semanas lanzará nueva versión mayor con soporte para 32-bit y cinco años de vida por delante. Pero este es uno de esos momentos en los que el dicho de renovarse o morir se hace patente, pese a quien pese.