Un artículo de nuestros compañeros de MuyComputer revela que el mito de la inevitabilidad de actualizarse a nuevas versiones de un sistema operativo parece haber muerto. Windows Vista lleva 2 años en el mercado, y lo cierto es que su aceptación es, por decirlo de alguna forma, discreta. Las críticas han perseguido a este desarrollo de Microsoft que empezó con muy mal pie y que a pesar de haber corregido parte de sus defectos con el SP1 sigue sin acabar de convencer a muchos usuarios.
Tanto es así que muchos de ellos están optando por comprar PCs usados a la hora de actualizar sus viejos equipos, y el objetivo no es otro que mejorar tan sólo lo justo para poder seguir corriendo sus aplicaciones y juegos bajo Windows XP. Este veterano sistema operativo sí que se ha convertido en la verdadera referencia de Microsoft, y tanto usuarios finales como empresas están demostrando que el cambio a Windows Vista no parece necesario para muchos casos.
En realidad lo que sucede con Windows Vista y ese «mito de la inevitabilidad de actualización» podría extenderse a distribuciones GNU/Linux: ¿es realmente necesario actualizar a Ubuntu 8.10, Fedora 10 o openSUSE 11.1, por ejemplo? Estoy seguro de que muchos de vosotros seguís manteniendo vuestras distribuciones de siempre, y en realidad simplemente actualizáis los paquetes más relevantes sin actualizar a una versión superior y más moderna a no ser que esta integre cambios muy, muy importantes.
No es mi caso (mantengo datos y reinstalo aplicaciones, pero siempre ando cambiando de versión de distribución), pero seguro que es el de muchos de vosotros. Ya se sabe:
Si funciona, no lo toques.
Así que ¿realmente actualizáis a cada nueva versión de vuestra distro preferida, o seguís con la que tenéis hasta que el cambio es realmente inevitable por el soporte de alguna nueva característica o tecnología que necesitáis para vuestro día a día?